Estábamos en Oviedo. Había una exposición sobre los niños de la guerra. Se exhibían diversos objetos de la época, como tebeos, carteles, juguetes, y muchos estaban colocados en mesas, vitrinas, protegidos por un cristal.
Una madre que visitaba la exposición llevaba a su hijo, de unos dos años, en brazos. Se inclinó hacia la mesa expositor para observar más de cerca los objetos expuestos. El niño, inclinado hacia el expositor observó a su madre, luego ,miró el cristal que cubría los objetos. Volvió a mirar la cara de su madre y tocando el cristal dijo: ¡Que cristal mas bueno!. ¿No?.
El niño no había visto los objetos que estaban detrás del cristal. Sólo vio el cristal y se quedó impresionado por el extraordinario interés de su madre hacia el. Si le interesa tanto este cristal, pensó, debe ser muy bueno.
Muchas veces sólo vemos el cristal y no vemos lo que hay detrás, lo que realmente se exhibe, lo que se quiere comunicar. Si solo vemos el cristal, no sabremos lo que hay de verdad o mentira, en lo que nos muestran o nos dicen.
Si no traspasamos el cristal, sólo veremos la apariencia, el envase, el envoltorio, pero nunca la realidad, la sustancia.
Traspasar el cristal es llegar a la verdad, al real significado de los objetos, de los mensajes, de las personas. Conocer el fondo del asunto, lo que de verdad nos quieren decir aunque no nos lo muestren.
A veces, es difícil traspasar el cristal, pero hay que intentarlo para entender la vida. Vale la pena.
Imagino que todos tenemos un cristal que traspasar, el cristal a través del cúal vemos el mundo, por lo que salir de nosotros mismos es una manera de traspasar el cristal intentando ver lo que hay al otro lado, lo cual significa exponerse, salir de la barrera, arriesgarse a que nos vean, a vernos y a ver a los demás. ¿Vale la pena? La mera pregunta pienso que tiene la respuesta, sino no nos lo plantearíamos. Ya debemos haber visto algo, aunque sea una sombra...y hemos pegado la cara al cristal...
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